1. MAHOMA ¿UN BUEN MODELO?

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

La imagen que de Mahoma tienen los fieles musulmanes y la que tenemos entre los no musulmanes es muy distinta. Para un musulmán es el modelo a seguir, el profeta supremo. El estudioso occidental distingue dos Mahomas, el de La Meca que está fascinado por el ejemplo de Jesús, atraído por las plegarias, sensible a la ternura y a la dulzura, y el Mahoma de Medina, que a veces se mostrará rencoroso, cruel, conquistador y capaz de asesinar a todo el que se le oponga. Los musulmanes honran particulamente al Mahoma de Medina, porque es donde se estructuró el culto y las creencias. El Mahoma de Medina se nos aparece como una figura política y militar triunfante. Toda la construcción del Islam político, con el califato, toda la organización jurídica de la comunidad en los diferentes aspectos de la vida cotidiana, toman de modelo el periodo de Medina entre los años 622 y 632. Si ciertos musulmanes se permiten "liquidar" a los impíos, significa que no sólo el corán contiene versículos extremadamente duros para los enemigos de Alá, sino que el propio profeta mostró el ejemplo incitando en ocasiones a sus partidarios a cometer asesinatos por el bien de la comunidad. La biografía de Mahoma de Ibn Is´háq cuentra numerosos episodios en los que se comprueba que la sensiblería no existía cuando se trataba de combatir contra los enemigos del Islam. El asesinato político se considera igual que una campaña militar. Estas primeras biografías del profeta, la de Ibn´háq o la de Ibn Hishám, no manifiestan descontento alguno por narrar los episodios en los que el profeta hizo correr la sangre de sus enemigos. Pero las biografías "islámicas" modernas, es decir, desde 1950, como los egipcios Haikal o Àqqád, tratan de justificar el comportamiento político del profeta y sitúan a Mahoma por encima de los grandes hombres de la humanidad de manera que sea "aceptable" a los gustos y sociedad occidental, ocultando todo aquello que puede resultar cruel y bárbaro, como los asesinatos o las campañas militares o de extrerminio. Y es que el occidente, acostumbrado a siglos en los que se admira a un Jesús pacífico y coherente con sus ideas hasta dar su vida, no acepta de buen grado que ponga como modelo de convivencia a alguien que eliminaba a todo el que se le oponía.

2. MAHOMA: POLÍTICA Y RELIGIÓN

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

Mahoma, desde el momento en que entra como refugiado en Medina en 622, es un actor de la política tribal. No es, en efecto, un Mahoma jefe de Estado, pero tampoco un líder exclusivamente religioso movido por la piedad y la caridad.
La comunidad de Medina no suponía, en realidad, más que una confederación de tribus con jerarquía tribal. La política era, pues, necesariamente, una política tribal. Asimismo, el Mahoma histórico no fue en absoluto un revolucionario. Si Mahoma acabó siendo escuchado, es debido al ruido de las armas, a sus razzias exitosas, a sus cálculos políticos. Su religión acabó siendo aceptada sólo porque se había hecho temer militarmente. Así, el papel de Mahoma en su sociedad de origen parece encajar más en primer lugar en la política que en alguna forma de creencia. Más tarde, el Islam califal de los abasíes, en el siglo VIII, invertirá el proceso y hará de Mahoma un profeta sobre todo religioso, ante todo musulmán, rodeado de compañeros perfectos, perfectos musulmanes, perfectos discípulos obedientes. Esto lo aproximaba a Jesús. Se ocultaba así el rostro del Mahoma político, el Mahoma de Medina, que sólo había podido triunfar plegándose a las leyes de la política tribal de los clanes de Arabia. Pero para la sociedad cosmopolita de Bagdad, en el siglo VIII, era necesario un profeta que fuese, sobre todo, musulmán, pues esta sociedad incluía un gran número de no árabes. Hoy el problema de la relación entre el Islam y la política sigue planteándose. Son muchísimos los musulmanes que quiere un profeta exclusivamente religioso. Evidentemente, para el creyente musulmán de hoy es dificil que considere a su profeta como un hombre de tribu con cualidades de jefe tribal, clemencia en ciertos casos pero también cierta crueldad en otros, una benevolencia calculada, cierto rencor... Mahoma tiene cuidado en no alterar brutalmente la jerarquía tribal. Pero es la violencia guerrera, el engaño, el asesinato, lo que le permitió tener éxito e imponer su religión. La política de combates y razzias está en primer lugar, pues es la que permitió a Mahoma existir como profeta. Los islamistas han retenido de la biografia de Mahoma el lado político, pero idealizando a su noble profeta. La lectura de los integristas hoy es la lectura del Islam califal, de un profeta sobre todo religioso y ¡de una “política” al servicio de lo religioso! Pero, de todos modos, es imposible considerar el periodo de Medina como un periodo sin política. ¡Sí, el Islam fue, en un primer momento, una política!

3. EL ISLAM Y LA GUERRA SANTA
ver sharia, conceptos políticos
 

4. EL ISLAM Y EL ASESINATO POLÍTICO

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

El asesinato y el martirio están justificado y son justificables simplemnte con los textos del Corán y la Sunna. Así, la sura 3, v. 163 dice "¡Y no creas en absoluto que han muerto los que han sido muertos en el camino de Alá! Al contrario. Viven junto a su Señor, provistos de bienes". Los que ejecutan atentados piensan que son mártires, que viven junto a su Señor. Junto a esta justificación coránica vemos que el ejemplo del profeta también anima al asesinato. En la crónica de Tabari se describe que a la vuelta de la batalla de Badr, hubo una mujer llamada Asmä bint Marwan que componía versos insultantes para el profeta. Enterado de esto Mahoma dijo: "¿Es que nadie me va ha liberar de la hija de Marwan?". Omayr ibn Ádi se introdujo en casa de la poeta y mientras dormía en medio de sus hijos la atravesó con su espada. Al día siguiente fue a ver al profeta y dijo."<Enviado de Dios, ¡la he matado!> El profeta le respondió: <¡Tú has ayudado a Alá y a su Enviado, oh Omayr>". Al mes siguiete, siempre según la crónica de Tabari, el poeta centenario Abú Àfak resultó muerto durante el sueño, a causa de cuatro versos contra Mahoma. El profeta había dicho negligentemente: "¿Quién me librará de ese crápula?". Y alguien se ocupó de la operación. Pero el asesinato político más conocido es el de Kaab ibn 'Áshraf. Se trataba de un poeta de Medina, judío por parte de madre, que no había dejado de ridiculizar al profeta. Cuando supo del éxito de Badr, se dirigió a La Meca para incitar a los de esta ciudad a la venganza. Y allí Mahoma, harto, ordena su asesinato, pero de manera indirecta: "¿Quien quiere desembarazarme de Kaab ibn ´Asraf?".
La más antigua biografía de Mahoma, la de Ibn Is´háq, trata ampliamente las capañas y expediciones de los musulmanes en la época del profeta. Entre las expediciones cuenta numerosos asesinatos políticos.

Pero hay otro asesinato político que no debemos olvidar. Se trata del de Kinanah b. ar-Rabi', un judío importante de Jaibar. Se creía que en su casa se hallaba el tesoro de los baml an-Nadir, la tribu judía expulsada de Medina. El Enviado de Alá le preguntó dónde estaba el tesoro. Kinanah se negó a responder. Tras haber encontrado una parte del tesoro de los judíos, el profeta preguntó a Kina-nah dónde se hallaba el resto. Pero éste se negó a indicárselo. Entonces el Enviado de Alá ordenó a az-Zubayr que lo torturase: «Az-Zubayr se puso a quemarle el pecho con una yesca, hasta que Kinanah estuvo a punto de morir. Luego el Enviado de Alá se lo entregó a Muhámmad b. Maslama; éste le cortó el cuello, para vengar a su hermano Mahmud b. Maslama». Y el profeta tomó por esposa a la mujer de Kinanah, Safiyya. No tuvo la paciencia suficiente de esperar la vuelta a Medina para consumar el matrimonio. Un partidario de Mahoma, que se había quedado toda la noche de bodas a vigilar, con su espada, cerca de su tienda, dirá al profeta: «Yo temía la reacción de esta mujer hacia ti. Es una mujer a cuyo padre, a cuyo marido y a cuyo pueblo mataste».

5. EL ISLAM Y LA MUJER

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

Comparando los dos periodos de la vida conyugal del profeta del Islam vemos que en el primer periodo, el de La Meca, Mahoma es rigurosamente monógamo,
mientras que en el segundo periodo, el de Medina, por el contrario, es ampliamente polígamo No hay más remedio que constatar una enorme diferencia entre el periodo de La Meca, en el que Jadidya es libre de dedicarse al comercio, libre para casarse con quien ella quiera, y el periodo de Medina, en el que Mahoma, por consejo de ciertos compañeros, se vuelve más autoritario «Ómar, restringe la libertad de sus numerosas esposas». Así, en el sura 33, v. 59, Dios dice: «¡Oh, profeta, di a tus esposas, a tus hijas, a las mujeres de los creyentes, de echar sobre ellas sus grandes velos; medio seguro para que sean reconocidas y para
huir de toda ofens
a!». En el sura 24, v. 31, son reglas de comportamiento las que se dictan: «Di a las creyentes que bajen la mirada, que sean castas, que no muestren sus adornos, salvo en lo que sobresale, que echen el velo sobre los escotes de sus vestidos. Ellas sólo dejarán ver sus encantos a su marido, a sus hijos, a su padre, suegro, hijo, hijastro, sobrinos [...] a las mujeres de su comunidad, … ». El Corán prescribe el velo. La Sunna también. En efecto, Asma, hija de Abú Bala, la hermana de 'Aisha, fue un día a visitar al profeta vestida con ropas finas y transparentes. El profeta apartó la vista de ella y dijo: «¡Oh, Asma! No es conveniente que se pueda ver algo del cuerpo de una mujer desde el momento en que alcanza la edad de la pubertad, si no es esto o aquello». Él mostró su rostro y sus manos y es que la mujer joven y bella representa un peligro para el hombre, el de alterarlo sexualmente. Por ello se prohíbe entremezclarse en la mezquita.

El hombre puede servirse de la mujer como crea conveniente y cuando quiera: «Vuestras mujeres son un campo para vosotros. Id a ellas como os parezca», dice Dios en el sura 2, v. 223. Es el hombre quien tiene preeminencia sobre la mujer. Puede forzarla a obedecer, puede mandarle, ordenarle que se quede en su cuarto, e incluso pegarle (sura 4, v. 38/34). Es al hombre a quien le corresponde ser el jefe de familia, la responsabilidad financiera, y a él se deja la iniciativa del repudio. La mujer, como tal, no vale nada. La que se valora es la madre. Se desprecia a la mujer estéril. La poligamia se considera adecuada a la naturaleza biológica y fisiológica del hombre y de la mujer. La mujer es inferior. En los testimonios (sura 2, v. 282) y las herencias (sura 4, v. 12/11) la mujer vale exactamente la mitad que el hombre. En cuanto a la inferioridad que constituye la menstruación, el Corán dice lo que piensa de ella: «Los creyentes te interrogan sobre la menstruación. Responde: es un mal. Mantened apartadas a las mujeres durante la menstruación» (sura 2, v. 222).
La mujer puede ser repudiada, y el repudio pronunciado tres veces es irrevocable; la mujer queda prohibida para su marido, aunque puede casarse con otro hombre. Inferior en todos los campos, hay por lo menos uno en el que la mujer puede igualar al hombre, el del vicio. Por esta razón, la mujer se menciona claramente en el Corán junto al hombre por lo que respecta a la pena legal en la que se incurre por ciertos delitos: el robo (sura 5, v. 42/38), el adulterio (sura 24, v. 2). Es cierto que hay otra igualdad la existente entre creyentes de ambos sexos, pues una de las mujeres del profeta se sublevó contra un discurso coránico exclusivamente reservado a los hombres. Así, podemos leer en el sura 33, v. 34/35, una igualdad perfecta entre los creyentes de ambos sexos, entre los que ayunan, hombres y mujeres, entre los que son castos y castas, entre los que rezan. Es para acceder a esta igualdad en la virtud que el Corán les hace entrever, por lo que ciertas musulmanas consideran importante ponerse el velo, para degustar, aunque sea ilusorio, una apariencia de igualdad!

6. EL ISLAM Y LOS JUDÍOS

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

La expresión "hijos de Israel" aparece 41 veces en el Corán y casi siempre seguido de reporches y maldiciones. En el Corán vemos una evolución en el tratamiento a los judíos. En primer lugar hay un llamamiento a que crean al profeta (s. 2 v.38). En la segunda fase se les adorna con todos los defectos (s. 2 v. 89). En tercer lugar se les condena: "Los Incrédulos entre los detentadores de la Escritura se encontrarán en el fuego de la Gehena, donde permanecerán eternamente. Ésos (los judíos) son lo peor de la humanidad." (sura 98, v. 5/6). Se les maldice: sura 4, v. 154-157; pero es la sura 62 v. 5 la más fuerte. En la cuarta fase se rompe con los judíos de Medina: sura 5 v 63. En Medina, Mahoma tuvo que enfrentarse a las tres tribus judías. Dos fueron expulsadas y confiscados sus bienes, la tercera fue masacrada, pasada a cuchillo. Efectivamente,en la batalla de Fosa los judíos de la tribu de los banú Qurayza habían deseado la derrota de Mahoma. Tras la victoria del profeta los judíos fueron condenados a muerte, pero no por el propio Mahoma... sino por sentencia del jefe de la tribu árabe de los awa, a petición, claro está, de Mahoma. Por orden del profeta se cavaron amplias fosas en la plaza de Medina. A continuación se desarrolla una escena particulamente atroz: tras ser atados, los judíos son decapitados de un sablazo, uno tras otro. La matanza duró toda la noche. Según la historia musulmana, el profeta asistía en silencio a la ejecución "de los enemigos de Alá y de su profeta". Para los comentaristas musulmanes, el castigo es perfectamente legítimo ya que los judíos habían cometido traición. Encuanto al Corán, sura 33, v. 26/27, estipula sin pestañear: «Habéis matado a una parte. Habéis reducido a cautividad a otra. Dios os ha hecho heredar sus tierras, sus viviendas y sus bienes y también una tierra que no habíais ni siquiera solñado». Después de la carnicería, Mahoma tomó como concubina a la viuda de uno de los ejecutados, la bella Rayhana. Las mujeres y niños judíos fueron vendidos como esclavos. Pero, " ¡por qué llorar por estos traidores pérfidos que encarnan a lo peor de la humanidad!" Los musulmanes merecen, por ser quienes son, atención y respeto. Pues los detentadores de la Escritura no son iguales (sura3, v.109/113). Los musulmanes son la comunidad mejor. Sura 3, v. 106/110: «Vosotros sois la mejor comunidad que haya surgido de los hombres: vosotros ordenáis lo que es conveniente, prohibís lo que es censurable y creéis en Alá».
Las dos tribus judías (que habían sido expulsadas de Medina) se refugiaron en el palmeral de Jaibar, un oasis a unos cincuenta kilómetros de la ciudad. Mahoma se dirigió allí, y tras un largo asedio, los judíos se rindieron. Mahoma hizo un trato con ellos: les dejaba que cultivasen el oasis a cambio de la entrega de la mitad de la cosecha. En realidad, este tratado iba a servir de modelo para exigir un impuesto de las comunidades judías y cristianas.

En 640 el segundo califa, 'Ómar ibn al-Jattáb, expulsó de Arabia a los judíos y a los cristianos, satisfaciendo de este modo el deseo expresado por el profeta: «Dos religiones no deben coexistir en Arabia». Un siglo después de la muerte del profeta del Islam los jurisconsultos musulmanes establecieron la suerte de los judíos y cristiano de los países conquistados apoyándose en las revelaciones del Corán y también en el comportamiento de Mahoma en Medina. El principio de «protección» significó el pago de impuestos que debían satisfacer los judíos y los cristianos: una capitación (dchízya) y un impuesto sobre la tierra (jarádch). Esto representaba la remisión a la comunidad del derecho de vivir como no musulmanes en tierras del Islam. No había posibilidad de romper el pacto de protección. Nada de ley del Talión posible entre musulmanes y protegidos (dhimml). El musulmán no era condenado a la pena capital por el asesinato de un infiel, pero el infiel sí lo era por el asesinato de un musulmán. Sería demasiado larga la lista de las prohibiciones y de las humillaciones derivadas de la relación protección-rescate. Prohibición de poseer libros religiosos musulmanes, de discutir sobre ellos con musulmanes, tener servidores musulmanes, pues un musulmán no podría estar sometido a la autoridad de un no musulmán. El matrimonio y las relaciones sexuales entre un judío o un cristiano y una musulmana eran castigados con la muerte. Y lo mismo ocurría si un musulmán se convertía al cristianismo.¿Hablamos de las vestimentas? ¿De esas telas bastas, de esos cinturones especiales, de esos bonetes ridículos, de ese color, amarillo (en Bagdad) o azul (en Libia)? ¿Hay que mencionar las monturas? Para los judíos nada de caballos o dromedarios, animales nobles, sino asnos... que se les parecen, ¡según lo que dice el noble Corán! Qué decir de esta obligación de humillar a las gentes del Libro, inscrito en el Libro sagrado (sura 9, v. 29): «Combatidlos hasta que paguen la dchizya directamente y cuando estén humillados». Era una obra pía para el creyente musulmán expresar públicamente su aversión por los judíos. Al vivir en barrios separados, las leyes de las viviendas eran tan draconianas como las de la vestimenta: no se podían tener casas más altas, más bellas que las de los musulmanes. Finalmente, y sobre todo, el derecho musulmán exigía de los dhimmi, es decir de los judíos, la sumisión a los musulmanes. Esto significaba, concretamente, que debían manifestar una actitud humilde, modesta, la vista baja, el paso rápido. Debían ceder el paso a los musulmanes, e ¡incluso bajarse de la acera! Resumiendo, los judíos, en tierras del Islam, según los textos del derecho musulmán, están lejos de ser valorados. Se sienten envilecidos. ¿Por qué no se puede decir que en el Islam hay una verdadera judeofobia, basada no en la raza, sino en el rechazo del sometimiento religioso al Islam?

7. EL ISLAM Y LOS CRISTIANOS

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

Algunos versículos del Corán hacen pensar que los cristianos se benefician de una imagen favorable, ejemplo de esto pueden ser la sura 5 v. 85 y v. 85. Pero en numerosos suras, judíos y cristianos quedan incluidos en una misma reprobación. Pues ambos han falseado las Escrituras, son impíos. Para los juristas musulmanes los textos más militantes, más «duros», abrogan las disposiciones anteriores que autorizaban una actitud expectante hacia los politeístas, los judíos, los cristianos, los sabeos y los zoroastrianos. El sura 9 es esencial, pues en él se basaron los legistas musulmanes, en el siglo IX, para ¡establecer una discriminación entre musulmanes por un lado e idólatras y gentes del libro por el otro!
Lo que el Islam rechaza y vomita son los cristianos trinitarios, es decir, los católicos, considerados politeístas, triteístas. Parece ser que los «buenos» cristianos del Corán son los nazarenos, los que negaban la trinidad. Pero para los cristianos trinitarios no hay perdón posible: "Alá no perdona en absoluto que se Le den Asociados, mientras que perdona, a quien Él quiere, otros pecados que no son ésos. A quien asocia a Alá, comete un inmenso pecado" (Sura 4, v. 51/48). De aquí viene que a los cristianos se le llame "asociados" en el Corán y en el islam en general, porque asocian a Jesús y al Espíritu Santo al único Dios. El misterio de la Santísima Trinidad es para los musulmanes ¡Dios, Jesús y María! (mientras que para la teología cristiana es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo).

Mahoma debió tener alguna relación con el cristianismo a través de monjes. Los ermitaños cristianos que Mahoma hubo de conocer en el desierto cerca de La Meca (o más al norte, en el desierto sirio) -muchas veces eran herejes que huían de la persecución y se habían refugiado en La Meca- no se opusieron a su mensaje. Quizá, incluso, le dieron información sobre su religión.Y es que Mahoma no tuvo la misma relación con los judíos que con los cristianos. Para los musulmanes "Dios está encolerizado con los judíos" (sura 1, v. 6). En cuanto a los cristianos, Dios los considera extraviados (sura 1, v. 7). Dios está encolerizado con los judíos que rechazan unirse al profeta.
Vemos ahora lo que el Islam rechaza del cristianismo. Jesús es un profeta venerado por los musulmanes, que ha hecho milagros, pero que para ellos no es más que un profeta. No es el hijo de Dios. Dios no puede tener padre. Se rechaza la encarnación. La idea de Dios que se hace hombre es rechazada totalmente, lo mismo que la crucifixión de Jesús en la cruz como un vulgar esclavo. Un profeta no puede haber sufrido una suerte tan infame. En el último instante, ha sido sustituido en la cruz. Por eso el símbolo de la cruz es un símbolo vergonzoso para los musulmanes píos. En cuanto al misterio de la Redención, el Cristo que redime los pecados de la humanidad es un aspecto del dogma que los musulmanes perciben como pura locura, una exageración delirante. Y locura es también para ellos la eucaristía, el sacramento que perpetúa el sacrificio de Cristo a través de la transubstanciación de las especies del pan y del vino en cuerpo y sangre de Cristo; la comunión es la recepción de este sacramento de la eucaristía por parte de los fieles. Comer el cuerpo de Cristo (y para la comunión bajo las dos especies beber vino que se ha convertido en sangre de Cristo) -el vino y la sangre: una prohibición alimentaria y el súmmum de lo impuro, la sangre, ¡y más aún, la sangre de Cristo!-. La transubstanciación -el cambio del pan y del vino eucarísticos en la substancia del cuerpo y de la sangre de Jesucristo-, todas estas afirmaciones se consideran la peor de las herejías. En cuanto a la confesión, confesar los pecados a un cura con el fin de recibir la absolución, un cura soltero, representante de Dios y que en el confesionario, esta pequeña cabina aislada, escucha los pecados de los hombres pero también... de las jóvenes que vienen solas y que le confian lo que no confian a su marido... Por lo que respecta al celibato de los sacerdotes católicos, el Islam apenas comprende el voto de castidad. Imagina con frecuencia las peores bajezas, pues no se aceptan ni el celibato ni el monaquismo. El matrimonio es la mitad de la religión. Pero también aquí un abismo separa a los católicos de los musulmanes. Para estos últimos el matrimonio es un simple contrato, es posible la poligamia, lo mismo que el repudio. Para los primeros, el matrimonio es un sacramento indisoluble. En realidad, el Islam tiene presente un cristianismo «laicizado», profundamente modificado por la Reforma protestante.
Después de citar brevemente todas estas diferencias pasamos a ver a actitud del Islam hacia el cristianimo. El Islam integrista, espontánea e instintivamente, desconfia de los cristianos. Su postura es la que vemos en el sura 5, v. 56/51: «¡Oh, vosotros que creéis! No toméis a los judíos ni a los cristianos como "amigos". Son "amigos" los unos hacia los otros». La sura 9, v. 28, es todavía más perentoria. La sura 9, "Volver del error" es la única a la que no precede la fórmula habitual «En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso». Mahoma se halla desde nueve años antes en Medina. En 631 está en el apogeo de su «carrera» política y militar. Y finalmente consigue imponer sus condiciones. Lo temen suficientemente, el terror reina debido a los asesinatos políticos y a las razzias exitosas. Deja de pactar y de tener miedo. Es él quien infunde temor. Así, entonces, adopta una actitud mucho más dura hacia los judíos, los cristianos, los politeístas. Ya no hay distinción entre idólatras y gentes del libro. El v. 28 de este sura estipula: «¡Oh, vosotros que creéis! Los infieles no son más que impureza». El v. 29 continúa: «Combatid a los que no creen en Alá, ni en el día del Juicio final no declaran ilícito lo que Alá y su Apóstol declararon ilícito, no practican la religión de la verdad entre los que recibieron la Escritura. Combatidlos hasta que paguen la dchízya, con sus propias manos, después de haberse humillado».
Los versículos siguientes no son más suaves (v. 30): "Los judíós dicen: <Ozair es el hijo de Alá">" y los cristianos dicen: "Cristo es el hijo de Alá. [...] ¡Que Alá los mate!"». Así, los que creen en Jesús, el hijo de Dios, merecen la muerte. Es necesario que Alá los mate o los aniquile. Merecen el infierno, donde permanecerán eternamente. Son, como los judíos, los peores de los humanos. Es lo que se constata en el sura 98, v. 5/6: “Los infieles, entre las gentes del Libro, lo mismo que los Asociadores, irán al fuego del infierno, para permanecer allí eternamente. De toda la creación, son ellos los peores”.

8. EL ISLAM Y LA CIENCIA

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

Según los juristas tradicionales del Islam, la cultura islámica más valiosa es la elaborada en Medina bajo el báculo del profeta: cómo hacer las abluciones, cómo comer, cómo rezar, cómo portarse en esta o aquella circunstancia. Cuando el Islam integrista habla de ciencia, se trata de ciencia religiosa. No hay ciencia separada de la religión. Y es lo que hace decir a 'Abdus Salam, Premio Nobel de Física en 1979: «De todas las grandes civilizaciones del planeta, la comunidad islámica es la que ha dejado a la ciencia el espacio más pequeño». El Corán habla de la ciencia, del sabio, de la necesidad de reflexionar, del análisis de los signos, pero siempre desde una óptica religiosa. Lo que no se tolera en absoluto es poner en cuestión, la duda, la investigación crítica. El musulmán sólo se somete a Alá. La ciencia no puede separarse de la religión. Esto explica que los musulmanes no tengan tanta aprensión hacia las ciencias matemáticas, o la informática, como la tienen hacia la filosofía o la biología, que son susceptibles de poner en cuestión las verdades establecidas del Islam. Para el Islam integrista la técnica no está para servir a la modernidad. Se tolera sólo si puede valorizar la herencia islámica o al menos si no se opone a ella. Recordemos el ejemplo del egipcio Náser Haméd Abuzeid, que en 1996 fue llevado ante el Tribunal de Casación de El Cairo, denunciado por los integristas. Fue condenado por apostasía. Pero, ¿qué crimen había cometido? ¡Había emprendido un análisis crítico del Corán y de la Sunna en una problemática moderna histórica y epistemológica! Lo que no se tiene el valor de decir es que si los musulmanes de los países ricos consideran un honor comprar ordenadores y material ultramoderno, si las muchachas musulmanas estudian informática sin complejos, en cambio nunca se sirven de estos instrumentos modernos para discutir las verdades establecidas por el Islam. Se intenta desalentar toda crítica que represente el riesgo de poner en peligro la herencia islámica, se pone en la picota a todo aquel que ose dudar, criticar, rebelarse. En los casos extremos -como en Sudán-, el sabio religioso modernista se ve incluso condenado a muerte. Hay que recordar que el teólogo sudanés Mahmúd Taha fue ahorcado por haber querido diferenciar, en el Corán, los llamamientos a la guerra de los versículos que expresan las exhortaciones morales. Mientras que en el mundo se publican investigaciones científicas para poner coto a las enfermedades que amenazan a la humanidad, los jeques islamistas difunden entre la juventud obras sobre la «medicina del profeta». E informan que los físicos y los químicos no han inventado nada realmente original, pues todo ya ha sido mencionado en el Corán. Muchos intelectuales musulmanes están persuadidos de que el libro sagrado contiene todos los grandes descubrimientos de nuestro tiempo, desde la física ondulatoria a la desintegración atómica.

9. EL ISLAM Y EL DINERO

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

La ley islámica prohíbe la usura bajo todass us formas. La sura 2 dedica siete versículos (del 275 al 281) a estigmatizar el hecho de extraer intereses del dinero. El hecho de que la usura no se acepte prohíbe profesiones como prestamista, aseguradro, agente de cambio, director de un organismo de crédito. El problema no es el régimen político (capitalismo o socialismo), sino la actividad del dinero. Prestar dinero y recuperar una suma superior es totalmente contrario al Islam.
La zakát, o limosna legal sirve para purificar el dinero. El Islam desea que el dinero que quede contaminado por la práctica del interés. Pero además la limosna legal purifica el dinero del musulmán.El capitalismo honrado no es incompatible con el Islam. Vemos como muchos países musulmanes son muy ricos en petroleo y no dudan en extraer el máximo beneficio económico de ello. No se rechaza el dinero, pero siempre que sea purificado por la limosna.

10. EL ISLAM Y LA COMUNIDAD

Nadie podrá borrar de la mentalidad del musulmán el sentimiento de responsabilidad que manifiesta hacia los demás musulmanes. Todo musulmán siente un verdadero orgullo por pertenecer a la Umma del profeta, la «Matria», la Comunidad. En el Corán se dice: «Vosotros sois la mejor comunidad, vosotros ordenáis lo que es conveniente, prohibís lo despreciable y creéis en Alá [...]». Tal es la misión que incumbe a todo musulmán: ordenar el bien y prohibir el mal. Pero se trata del bien y del mal tal como se ven en el Corán (sura 3, v. 106/110). .
Para el Islam, el musulmán es el hermano del musulmán (am-muslím ajú-m muslím). Éste es el aspecto aparentemente seductor de la comunidad. Pero hay un aspecto negativo, incluso amenazador, como pensarían algunos: todo musulmán es responsable de su hermano y tiene el deber de hacer que vuelva al buen camino. Este derecho de intervención justificado por la religión será ampliado en el caso de que el musulmán se encuentre en territorio enemigo, en tierras europeas, por ejemplo... Por eso hay que mencionar aquí el Tabligh, que es una organización musulmana cuya tarea es la reislamización de los musulmanes. Volver a consolidar la comunidad musulmana, ponerle un candado, legalmente por medio del derecho islámico. Lo que quieren los musulmanes integristas es separar a los musulmanes de los valores occidentales para encerrados en el círculo de la Umma, la comunidad, círculo cerrado, clausura comunitaria pues el Islam de los textos posee indudablemente una dimensión comunitaria. Todas las obligaciones (pilares) del culto presentan esta dimensión comunitaria: la plegaria en común es superior a la plegaria individual, en veintisiete grados (hadíth citado por Bujári y Muslím). Incluso la zakát no tiene nada que ver con la limosna cristiana. Es un “impuesto social purificado”. ¿Y qué decir del aspecto comunitario del ayuno y de las reuniones multitudinarias que son la peregrinación a La Meca? La shaháda (la profesión de fe) es la condición necesaria para formar parte de la Umma. El buen musulmán morirá pronunciando shaháda con el corazón sincero.
Pero de esta comunidad el musulmán no puede salir. De la comunidad no se sale, porque si no es la pena de muerte, si se aplica el derecho islámico, y la condena eterna. En el derecho islámico la apostasía (ridda) se castiga con la muerte. Se sitúa, según el Corán, entre los pecados de descreimiento (latfr). Sura 4, v. 136/137: “A aquellos que creyeron y que luego fueron infieles, luego creyeron y luego fueron infieles [. . .] Alá no se sentirá inclinado a perdonarlos”. Otra es la sura 16, v. 108/106:. Pero volverse de otra religión o ateo, es, en cierto modo, haber apostatado. (Sura 3, v. 85/91):
Detengámonos en la actitud político-religiosa del Islam que condena a muerte a los apóstatas. Para los apóstatas ni siquiera la intercesión del profeta podrá hacer nada. (sura 9, v. 81/80). Algunos musulmanes piensan de buena fe que disponen de plena libertad para creer o no creer, lo que es falso. Su única libertad es creer con el conjunto de los creyentes. Para el Islam, "todo hombre nace musulmán, es la familia la que lo convierte en judío, cristiano o zoroastriano" (Ibn Jaldún). El islam es la identidad natural del hombre. Así, la conversión al Islam se considera como un retorno puro y simple a su identidad originaria, mientras que todo abandono del Islam es una verdadera traición, una perversión con respecto al derecho natural, a la naturaleza primera. El que se sale del Islam es un desnaturalizado, un perverso, pues es un verdadero crimen abandonar la mejor de las religiones. Y para el Islam jurídico merece la muerte.

11. EL ISLAM Y LA LEY

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

No podemos interpretar correctamente el comportamiento y la manera de ser de los musulmanes contemporáneos, desde el velo para las mujeres o la barba para los hombres, sin saber que si son así es porque siguen las reglas y que estas reglas normativas se encuentran en la ley (sharí'a) y en la jurisprudencia de esta ley (fiqh). La sharia es la norma “virtual” ideal y teórica contenida en el Corán y en la Sunna. Es la reglamentación coránica y las exhortaciones proféticas en estado puro, sin intervención de los juristas. Desarrollando la sharia está la fiqh que es la jurisprudencia o manera habitual de aplicar la sharia. Son las cuatro escuelas del derecho islámico, malekí, shafeí, hanbalí y hanefí, las que determinan la manera de aplicar la ley
Detrás del velo, lo mismo que detrás de la barba, detrás de las carnicerías halal, detrás de las prohibiciones alimentarias, detrás del horror al celibato, detrás de la repugnancia a dejar que un perro entre en una casa..., detrás de casi todo está la ley. La norma está en el centro del comportamiento del musulmán en lo que se refiere al culto, pero también al modo de vida. El derecho musulmán es la base de la cultura islámica. El apego a la regla se explica por el hecho de que el Islam es al mismo tiempo normativo y profundamente ritualista. La fe no es sólo teórica. Exige actos en los que interviene el cuerpo. Hay que plegarse a la regla físicamente. Pero, si el musulmán se somete tan de buena gana a la norma, es que ésta lleva a la salvación. Mohammed H. Benkheira habla de «amor por la ley». Llevando el velo o la barba, el individuo musulmán «abraza el cuerpo imaginario de la ley». Pero ¿por qué esta prisa en adherirse a la norma? Es porque el no respetarla haría del musulmán un «desviado», un «extraviado» en el camino de la perdición.
Así pues, el musulmán hará suyo el ejemplo del profeta. Para comprender la prisa del creyente para seguir el ejemplo de Mahoma, debemos tener presente el peso que tiene el rito en la vida musulmana. No se reza en cualquier momento y sin importar cómo. No se cumple el ayuno del Ramadán cuándo y cómo se desee. Y lo mismo ocurre con todas las obligaciones religiosas, que obedecen a reglas muy concretas. De la cuna a la tumba, el musulmán se ve atado en una red de prescripciones de la que no puede liberarse.
Pero seguir la ley no significa nada. ¿Qué hay detrás de la ley? LA PROHIBICIÓN. Todas las reglas, sea cual fuere su campo de expresión, giran alrededor de la prohibició, tanto en la sexualidad como en la alimentació o en otros numerosos campos. La cuestión esencial subsiste: “¿Es conforme a la ley islámica?”. Y esto ocurre en cada comportamiento. Se compara con la norma escrita. Si nos atenemos a las compilaciones contemporáneas de las consultas jurídicas (fatwa), vemos este tipo de preguntas: ¿las transfusiones de sangre se permiten? ¿Es lícito el trasplante de corazón? ¿Se puede autorizar la cirugía estética? Se comprende así la importancia del papel del muftí. Da consultas jurídicas (fatwa). Es quien se encarga de interpretar no el Corán o la Sunna, sino los tratados de derecho islámico. Su papel es calmar las inquietudes de los fieles. En efecto, la obsesión del creyente musulmán es la de adaptarse plenamente a la norma. ¡Quiere ser un musulmán conforme a lo que dice la ley!
Las acciones reciben cinco calificaciones jurídico-morales: permitido, recomendado, obligatorio, censurable, prohibido. Lo lícito es lo que se permite sin ninguna prohibición y es lo que la legislación divina autoriza a hacer. La prohibición es lo que la legislación divina ha prohibido, de manera formal, de ahí el castigo divino en el más allá y sanción legal en el mundo de aquí abajo. Sólo se prohíbe que ha sido prohibido por un texto. Lo recomendado es que implica una recompensa por el cumplimiento del acto. Todo lo que conduce a la prohibición, a su vez, está también prohibido. Respecto del vino, por ejemplo, es maldito quien lo bebe, quien pisa la uva, quien lo transporta, quien lo vende.
Los actos se examinan siempre en función de lo lícito y de lo ilícito. Y la búsqueda de lo lícito hace que se mire con lupa el comportamiento del profeta, lo que hacía, cómo lo hacía. Sobre esta búsqueda de lo lícito, Al-Ghazali, en el siglo XI, dirá: “Está lo claramente lícito, lo claramente ilícito y; entre ambos, casos equívocos [...]. Los que preservan casos ambiguos se ponen a cubierto en su honor y en su religión”.. Si la búsqueda de lo lícito es tan importante es porque “el mundo de Aquí Abajo -dice Al-Ghazali- es la tierra en la que se siembra la vida del Más Allá”.

12. EL ISLAM Y LA MÍSTICA

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

El derecho musulmán ocupa el centro del Islam suní, pero el misticismo y la mística individual se proscribieron siempre como totalmente heréticos. En efecto, para los juristas del Islam, el Corán es sobre todo un mensaje de orden ético y social. Pero 'Ayn al-Quzát Hamadaní, místico persa del siglo XII, acusado de herejía, fue despellejado vivo, ahorcado y echado al fuegó el 7 de mayo de 1131. Tenía treinta y tres años. Su único crimen era el de ser místico. Para el Islam jurídico este amor loco por Dios, en una relación privilegiada, individual, que no tiene en cuenta a la sociedad, a la comunidad, es el más grave de los pecados, pues relaciona al Islam con el cristianismo de los ermitaños; no hay monaquismo en el Islam.
Entonces, sí ha existido la tentación mística en el Islam, aunque el sunismo la condene. Pero si el Islam suní rechaza la mística, es porque entonces ya no se habla de ley. Para el Islam suní lo importante es obedecer. «Ama y haz lo que quieras», dice san Agustín. «Obedece y haz lo que debes», podría ser la divisa del Islam. Esta consigna rigurosa y exigente elimina toda fantasía. La religión que representa el slam suní es una manera de vivir y de portarse, es una actitud: la sumisión. Uno se inclina para adorar a Dios, un Dios lejano al que no se puede llegar y al que no se puede alcanzar. El misticismo es una aspiración hacia las alturas, un deseo de fusión. Dos actitudes radicalmente opuestas. La ley frente al amor. Los místicos toman el v. 15/16 de el sura 50: o la sura 24, v. 35 como punto de referencia Sin embargo, el Islam ha tolerado las místicas en grupo, en las cofradías, místicos activos.
Pero, aunque no les guste a algunos, no es en Medina donde nació el misticismo, sino que nació cuando el Islam se puso en contacto con culturas extranjeras. El misticismo es una desviación del Islam. Se debe a la influencia del zoroastrismo (la religión de los magos adoradores del fuego), del hinduismo (metempsicosis, fusión en el nirvana), del budismo y, sin duda, del cristianismo. La mística musulmana es lo que ha conducido y conduce todavía a gran número de europeos a convertirse al Islam. Es un Islam de influencias cristianas, “el Islam cristianizado”, ¿Cómo hablar de misticismo sin mencionar a Mansúr al-Halládch, nacido en 858, llamado por algunos «el Cristo del Islam»? Había nacido en Irán. Lo que propugnaba era el amor de Dios hasta el éxtasis transfigurante. En 910 se le abrió un juicio. Encarcelado hasta 922, fecha de su muerte, fue llevado a continuación a la plaza pública, los verdugos le cortaron las manos y los pies, lo flagelaron con quinientos latigazos. Lo pusieron en la cruz. Fue decapitado y su cuerpo fue rociado con petróleo, quemado, y sus cenizas fueron dispersadas. Su cabeza quedó expuesta, clavada en una lanza, en un puente del Tigris, durante dos días.
Es indudable que el sufismo, el misticismo del Islam, ha sido condenado violentamente por todos los integrismos, suní y chií. El musulmán suní tiene una repulsión instintiva por el sufismo, donde ve un Islam cristianizado; el europeo islamófilo queda subyugado por razones radicalmente contrarias a las del musulmán integrista, para el cual el único Islam es el que se apoya en la ley.


13. EL ISLAM Y LOS DERECHOS HUMANOS

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

Hay que tener el valor de decirlo: no hay derechos humanos en el Islam en el mismo sentido en que se entienden en el cristianismo (aunque la Iglesia católica no admitió la noción de derechos humanos hasta hace sólo medio siglo) y en la Declaracióm Universal de Derechos Humanos de la ONU del 10 de diciembre de 1948, con la mayoría de los estados. Para el Islam el hombre es esclavo (' abd), servidor de Dios, y no tiene ningún derecho por sí mismo. Sólo Dios tiene derechos, sólo Dios es señor (rabb). El hombre, como tal, sólo tiene deberes. Al ser el hombre esclavo de Dios, el más bello nombre para él es 'Abdalláh ( 'Abd Alláh, esclavo de Dios). El hombre no es, por sí mismo, sujeto de derechos. El concepto del hombre sin relación con Dios y que podría tener derechos, simplemente porque es un hombre, es inconcebible e insoportable para el Islam.
Es el hecho de ser creyente musulmán lo que le da el derecho a ser respetado, no el hecho de que sea un ser humano. Además, el que un hombre ateo, descreído, pecador, homosexual, adúltero, pueda tener derechos, que una mujer pueda tener los mismos derechos que el hombre, y ello sin tener en cuenta el Libro Revelado, de respeto de las prescripciones enunciadas por los profetas, es impensable para el Islam. Ni siquiera el creyente de otras religiones tiene un estatus idéntico al del musulmán.

14. EL ISLAM Y LA DEMOCRACIA

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

La democracia, soberanía ejercida por el pueblo, resulta un concepto extraño para el Islam, a menos que hablemos –jugando con las palabras- de democracia “islámica”, ¡del pueblo de Dios! Ahora bien, aquí nos referimos a democracia laica.
En Egipto, en 1925, 'Alí 'Abderrázik, en su libro El Islam y los fundamentos del poder, demostraba que el Corán no privilegiaba ningún sistema político, por lo que era lógico establecer una distinción entre lo religioso y lo político. Los religiosos de la Universidad de AI-Ázhar pusieron el libro en el Índice y condenaron vigorosamente al joven investigador, que tenía entonces treinta y siete años.
Con el movimiento de los Hermanos Musulmanes, Al-Banná recordaba, en contra de la influencia occidental, que el Corán era la única Constitución, la ley islámica (sharía), la ley de Dios, y la yihad el medio para crear un Estado islámico que obedeciese las reglas de esta sharía. Es indudable que el cristianismo, al pedir que se “dé al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, hace posible esta separación entre lo político y lo religioso, aun cuando ésta se haya establecido muy lentamente a lo largo de la historia europea. Mahoma (ver la sección Mahoma: política y religión) nunca ha separado estos dos poderes, al contrario. Ésa es la razón por la cual la confusión entre los poderes temporal y espiritual supuso una de las constantes de la historia islámica. Hace falta tener una marcada mala fe para pretender, como hacen algunos investigadores, que la separación es posible. Esto significa no tener en cuenta el ejemplo profético, tan importante, de la unidad entre jefe político-militar y religioso que supuso Mahoma ignorar el basamento del edificio islámico y negar la dimensión comunitaria y la importancia del derecho islámico. Es no ver que entre el islamismo calificado de Islam político y el Islam existe una diferencia de grado, pero no, en absoluto, de naturaleza. El Islam suní mayoritario, practicado por el 90 por ciento de los musulmanes (es decir, por más de novecientos millones de creyentes), es el Islam jurídico. No es el Islam de Ibn 'Arabí, el místico andaluz, ni es el Islam de los filósofos racionalistas como Avicena. No es un Islam cristianizado ni un Islam occidentalizado; es el Islam construido a partir de las prohibiciones del Corán, de las prohibiciones de la Sunna y de las prohibiciones del derecho islámico, teniendo en cuenta la experiencia política del profeta en Medina.
Tratándose de la democracia, es evidente que en Occidente ésta se conjuga con el principio de laicismo. Se trata de obedecer no ya a una ley divina sino a las leyes de “la conciencia y de la razón. Poco importa el origen de esta moral laica, sea cristiano secularizado, grecorromano, budista o una mezcla indiferenciada de todo esto, pues conduce a un concepto de ciudadano laico. El lugar central ya no lo ocupa Dios, sino el Hombre. En cuanto a la religión, se ha convertido en “un asunto de conciencia individual”. Pero para el Islam esto es la negación de la separación de sexos, la negación de la distinción musulmán/no musulmán, la negación de la distinción creyente/no creyente. Es la negación de la distinción entre el Bien y el Mal, entre lo Sagrado y la Corrupción, la negación de la distinción entre Dios y el Diablo. La democracia, con las palabras Libertad, Igualdad, Fraternidad, es lo contrario de la filosofia que subyace en el Islam.
En sus textos fundadores, el Islam está contra la igualdad. El derecho islámico es profundamente no igualitario. El musulmán está por encima del no musulmán, el creyente está por encima del ateo, el hombre por encima de la mujer, el hombre libre por encima del esclavo. El derecho islámico está contra la libertad. No hay libertad para salirse del Islam, para cambiar de religión, no hay libertad sexual, no hay libertad de comportamiento. Finalmente, no hay fraternidad en el sentido occidental. El musulmán es el hermano del creyente musulmán. No se siente hermano del cristiano, hermano del judío. Y menos aún hermano del ateo, del impío. Y cuando Arabia Saudí prohíbe el ejercicio de las religiones distintas del Islam en su territorio, esto no supone más que la aplicación de la idea del profeta, según el cual ¡no se pueden tolerar varias religiones en Arabia! El Vaticano no se opuso a la construcción en Roma de una gran mezquita financiada por Arabía Saudí. ¿Para cuándo la reciprocidad y la construcción en La Meca de una gran catedral financiada por el papa? Hasta ahora, con una especial arrogancia, las autoridades saudíes han prohibido no sólo la construcción de iglesias, templos y sinagogas en el suelo sagrado de Arabia, sino también la celebración de un culto no islámico, incluso privado, que está sujeto ¡a penas de prisión!
La democracia laica es una noción recusada por el Islam integrista, pero ciertos islamistas han decidido servirse de ella. El jeque Sahraoui, asesinado en Francia en julio de 1995, en París, y que era uno de los fundadores del FIS argelino, afirmaba: “La democracia para nosotros es una técnica, no un .valor”.

15. ISLAM Y CORÁN

Esta sección está basada en la obra de ANNE-MARIE DELCAMBRE "Las prohibiciones del Islam", en la editorial La esfera de los libros, Madrid 2006.

El musulmán más abierto, el más moderno, el más deseoso de hacer que evolucione el Islam, choca indefectiblemente con el Corán. Este texto sagrado es considerado por los musulmanes la palabra de Dios. Para ellos, es el propio Alá quien dictó la Revelación a su profeta. Lo hizo a lo largo de veinte años. Primero en La Meca, entre los años 612 y 622, luego en Medina entre 622 y 632. Y no se pueden aceptar unos versículos y rechazar otros.
Pero este Corán intocable, ¿no ha sido tocado nunca? Según la tesis islámica, el texto coránico habría quedado fijado hacia el año 653 por 'Uthmán, tercer califa. Así, el Corán, tal como lo conocemos, habría sido constituido sólo unos veinte años después de la muerte de Mahoma, en 632. El establecimiento del texto en un tiempo corto es satisfactorio para la creencia. Pero podemos pensar que el paso a libro es más tardío de lo que pretende la tradición islámica. El Islam, con el primer califa omeya -Mu'awiyya- se enfrentó en Damasco a una sociedad de la escritura, en el doble sentido del término, con mayúscula y con minúscula, la sociedad de la Siria del Próximo Oriente. Pero para los musulmanes, el análisis del Corán de manera científica y crítica es sacrílego. Lo mismo que para los católicos Jesucristo es la encarnación de Dios, el hijo de Dios, el Corán es para los musulmanes la verbalización de Dios, el verbo de Dios. Tocar el Corán es sacrilegio. No se puede tener el Corán en una habitación donde haya un perro. Echar el Corán a la basura equivale a apostatar del Islam y significa la pena de muerte. La importancia del Corán en la vida y en la sociedad musulmanas es inmensa. Se aprende de memoria, y este aprendizaje de memoria constituye el cimiento de la comunidad. Es también lo que hace que el Corán esté vivo en los espíritus y en los corazones, no se puede criticar al Corán. No obstante, investigadores contemporáneos no musulmanes se han ocupado del Corán. El profesor Rémi Brague, en un artículo titulado “El Corán: ¿salir del círculo?”, pone el acento en la distancia que separa el contexto en el que escribían historiadores y comentaristas musulmanes y el contexto en el que surgió el Corán. El «círculo» (vicioso) es que los sabios comentaristas del siglo IX de Bagdad, que se suponía que tenían que aclarar el sentido del Corán, en particular el persa Tabari (muerto en 923) trataron simplemente de poner fin a todo un tejido de oscuridades que componen el “Libro claro” y han llegado a veces a resultados curiosos. Por ejemplo, Rémi Brague da cuenta de investigaciones como las del alemán Christoph Luxenberg, que piensa que los giros oscuros del Corán no es un árabe malo sino un siríaco bueno; lo que seduce es que este método nos lleva a cambiar el sentido de ciertos pasos del Corán. Así, el v. 54 del sura 44, en lugar de: «Nosotros los habremos casado con huríes de grandes ojos», debería traducirse «Nosotros los instalaremos confortablemente bajo uvas blancas, claras como el cristal».
Quizá ha habido contrasentidos en la explicación del Corán, pero después de trece siglos, estos contrasentidos funcionan de maravilla, si es que hay contrasentidos; y si este paraíso islámico, burdamente materialista, ha podido molestar a ciertos intelectuales musulmanes, resultó adecuado para motivar a los guerreros y satisfacer al pueblo. El paraíso prometido a los cristianos era demasiado pálido -como dice Avicena- como para seducir a los musulmanes, que querían ¡algo más tangible